El prodigio austriaco
En junio de 1991 participé en Amstetten, en el Campeonato de Europa Junior, como entrenador del equipo español. Era la primera vez que iba a un Europeo para esa categoría de edad. Me acompañaban tres chicos que entrenaban conmigo en el “Gimnasio Muvia”, en el que estaba en la calle Algodonales: Manuel Martínez (52 k.), mi cuñado, Pedro Fernández (67,5 k.) y Firas Kichi (82,5 k.). En algún punto del viaje nos juntamos con Álex Rodríguez (67,5 k.), que venía desde Igualada. La categoría junior aún no se contemplaba entre las mujeres.
El campeonato lo “organizaba” la familia Saliger. Por supuesto que no todos los que trabajaban allí eran familia, pero excepto algunos miembros de la Federación Austriaca que se habían desplazado a Amstetten a causa del campeonato, el plantel organizador lo componían los miembros del club local. La “jefa” de todo aquello, quien figuraba como “Meet Director”, era una hermana del campeón austriaco Karl Saliger. En algunos aspectos la competición me recordaba al Europeo femenino que habíamos hecho en Madrid seis meses antes.
Fue la primera vez que vi a Karl Saliger en persona. Sabía de sus resultados y había visto fotos de él en las revistas. Se escribía mucho de él, era muy bueno en sentadilla. Tenía el récord de Europa junior en este levantamiento, 352,5 kilos, que había logrado en septiembre de 1990. No sé si era su peso, arriba o ligeramente debajo de los 125 kilos, su forma de andar, o que allí todo parecía listo para elegirle como la gran figura de la competición, pero había algo que no me acababa de gustar.
Me tocó de juez en su categoría. Yo había debutado como juez internacional en mayo de ese año en La Capelle La Grande (Francia), en el Europeo absoluto masculino. Se formó un grupo con las categorías de 110, 125 y +125 kilos y me comunicaron que iba a ser el juez central. Era mi segundo arbitraje internacional, pero a John Moody le gustaba cómo lo hacía: contaba rápido el peso de la barra, estaba pendiente de levantadores y cargadores, y era estricto; no tardó mucho en animarme para que hiciese el examen de categoría I, a pesar de que había que tener dos años de experiencia en categoría II.
Evidentemente no lo recuerdo con precisión, pero volviendo a ver los resultados diría que se hizo un grupo con los doce levantadores que estaban en estas tres categorías. Saliger, en la categoría de 125 k., con 124,1 k. de peso corporal, era el penúltimo en salir a la plataforma en sentadilla, con 312,5 kilos. Subió muy fácil, pero me pareció que le faltó profundidad. Mis dos compañeros no estuvieron de acuerdo conmigo y le dieron válido. Subió a 330 kilos para el segundo intento y me pareció más de lo mismo, la diferencia es que en esta ocasión todos la vimos corta. Los abucheos del público, que no entendía que pasaba, no se hicieron de rogar. Karl repitió 330 para el tercer intento y esta vez fue válido por dos luces blancas a una roja. Sí, volví a darle nulo. El austriaco ganó la categoría con facilidad, 110 kilos de ventaja sobre el subcampeón, y quedó sexto en la clasificación a puntos (en ésta sólo entraban los campeones de cada categoría). Fiel a mi costumbre, tras saludar y agradecer el trabajo de los cargadores, hacer lo propio con mis compañeros de terna y firmar el acta de competición, acudí a felicitar a los campeones de cada categoría. Me acuerdo que estaban juntos el campeón de 110 k., el alemán Uwe Liedtke y Karl Saliger. Me acerqué a ambos les estreché la mano y me correspondieron creo que gratamente sorprendidos. Por lo mismo que me había pasado con Karl Saliger, por considerar que sus tres sentadilla eran cortas, un levantador español había dejado de dirigirme la palabra unos años atrás.
Más allá de mi percepción sobre la profundidad de las sentadillas de Karl Saliger, el austriaco me pareció un levantador muy seguro. En ningún momento dio la sensación de perder el control que mostraba de sí mismo. El resto de los movimiento fueron todos válidos y creo que con unanimidad. Se fue hasta 215 kilos en press de banca y a 310 en peso muerto. Un total de 855 kilos para un junior en 125 kilos era una marca muy apreciable. No me pareció un atleta para intentar con él deportes que requiriesen moverse rápido (como las pruebas de “Hombre más fuerte”, que se estaban poniendo de moda por entonces), pero como levantador de powerlifting me hizo cambiar por completo la opinión que con aquella primera impresión me había creado de él.
El Mundial Junior se fue ese año hasta Costa de Marfil. Sólo tres meses después del Europeo, en septiembre. El organizador de aquel evento, se apellidaba Rodriguez y hablaba algo de español, me insistió mucho para que fuésemos hasta allí, pero nuestros bolsillos no daban para tanto. No fue un campeonato “fácil”, según pude leer. Mucho, mucho calor, además de que las condiciones de levantamiento dejaron un tanto que desear. Saliger se mantuvo en la categoría de 125 kilos, pero sus marcas subieron hasta 345 (sólo hizo dos sentadillas, renunció a la tercera tras hacer nulo con 365 en el segundo intento) 225 y 322,5. Un total de 892,5 con el que superó al campeón de +125 kilos. A pesar de que el salto en sentadilla parece muy alto (diría que pone 365, pero no se aprecia bien, podría ser 355 para superar su récord europeo), volvía a recuperar su nivel en este levantamiento. Un mes más tarde de la cita de Abidjan, en Saint Polten, en la categoría de +125 kilos, establecía la plusmarca europea de sentadilla con 358 kilos.
El Mundial Open 1991 le debió parecer un poco prematuro, pero sí que fue al Campeonato de Europa absoluto que se celebró en Horsens (Dinamarca). Volvió a bajar a 125 kilos, pero tuvo que inclinarse ante el ucraniano Victor Naleikin, quién además de ganar la categoría fue tercero en el absoluto, superado sólo por el ruso Zhuravliev y el finés Virtanen. Para Saliger la competición fue extraordinaria: 360 en sentadilla, ¡récord de Europa junior!, 230 en press de banca y 325 en peso muerto.
Sí que coincidimos en Budapest, en el Europeo para Juniors. Allí volvimos a estar representados con cuatro levantadores. Repetían del año anterior Manuel Martínez, que en esta ocasión no pudo repetir el bronce del año anterior y terminó cuarto, Firas Kichi, que había subido de categoría y estaba ahora en 90 kilos, y se incorporaban Miguel Llorens, en 60 kilos y Ramón Torregrosa, en -125 kilos. Tengo un recuerdo fabuloso de estas competiciones junior, me lo pasaba fenomenal con los jóvenes. En Budapest no me tocó ser juez en la categoría de Saliger, estaba ayudando a Ramón en la categoría anterior, pero le vi de cerca, calentando. Repitió las marcas del Europeo Open, excepto en peso muerto, que subió 5 kilos, con la diferencia que participó en +125 kilos, con lo que también estableció un nuevo récord europeo en sentadilla, con 360, como en 125 kilos. Por supuesto, se repitió nuestro apretón de manos.
Del Campeonato del Mundo para Junior y Masters que se celebró en Sídney (Australia) en 1992, tengo recuerdos formidables, pero pasaron muchos años hasta que afloraron por encima de los malos momentos que tuve que aguantar por una serie de cuestiones que no quiero recordar. Cuando me preguntaba por esa competición, de lo único que me acordaba es de que “había cenado con Brooke Shields” (actriz norteamericana que estuvo casada con el tenista Andre Agassi), lo cual es estrictamente cierto, aunque hay una matización sustancial que se va a quedar fuera de este texto. Pero aunque realmente estuve casi dos semanas allí, sólo, la cercanía de la gente del powerlifting mundial (pasé bastantes horas con el equipo sueco, con los japoneses, hablando con Mary Jeffrey, Veli Kumpuniemi) y mi trabajo durante la competición permitió que el tiempo se hiciese llevadero. En esa ocasión también me tocó como juez en la categoría de Karl Saliger (+125) y en la de Uwe Liedtke (esta vez en 125 kilos). Cuando se lo dije a Karl, me respondió que le gustaba, que le traía suerte. La suerte fue que estaba excelentemente preparado: 365 en sentadilla, 235 en press de banca, 340 en peso muerto y 940 en total. Todo récord de Europa Junior excepto el press de banca. Excelente despedida de la categoría junior.
De estos días en Sídney recuerdo una situación, a la que ya he hecho referencia antes[1] del que ya he hablado antes, en la que el competidor alemán junior, Uwe Liedtke, en presencia de Karl Saliger, le hablaba a un levantador estadounidense sobre las marcas que “hacían” en su país y lo que luego, mucho menos, levantaban en campeonatos IPF. En el segundo reportaje que le dedicó “Powerlifting USA”, en enero de 1995[2], se despachaba a fondo sobre esta cuestión:
“Muchos de los levantamientos que los levantadores americanos proclaman haber hecho son absolutamente ridículos. Son totalmente falsos. No significan nada… Hay muy buenos levantadores en Estados Unidos, pero nunca compiten en pruebas reales. Esos que dicen haber hecho levantamientos increíbles no competirán porque no pueden hacer esos movimientos legalmente. Lo veo constantemente en levantadores de categoría mundial. Los americanos hacen normalmente 50 o 60 kilos menos de lo que dicen haber hecho. Fred Hatfield es un buen ejemplo. Cuando empecé a levantar era mi ideal, pero cuando le vi competir me quedé muy desanimado. Llegó al Mundial diciendo que había hecho 460 kilos en sentadilla o más, pero 70 o 90 kilos menos. ¿Cómo puede ser esto? Nadie puede estar tan lejos de su marca.
Y no es solo Hatfield, la mayoría de los levantadores americanos hablan de levantamientos que nunca podrán hacer en competiciones legales. Esto es malo para el deporte. El equipamiento ilegal que usan y el arbitraje tan permisivo que les hacen no es justo. Nunca puedo dar crédito a un levantamiento si no lo he hecho honestamente. No lo sentiría así. Sé que los levantadores europeos piensan lo mismo. Para nosotros levantar es sagrado, nunca desmereceríamos al deporte, ni a nosotros mismos, tomándonos ventajas injustas sobre otro levantador. No es nuestra forma de hacerlo.
Me encantaría que hubiese un desafío entre los mejores levantadores americanos y los mejores levantadores europeos, pero me gustaría que la competición se hiciese en Europa y con buenos jueces. Entonces veríamos quién es mejor. Si ganan los americanos lo aceptaré, pero que me lo demuestren antes en una competición de verdad. La realidad ahora es que los europeos no tenemos en cuenta los récords americanos…”. [3]
No le vi durante el Europeo 1993, en Wemding (Alemania), donde tuvo una dura lucha con los locales Hans Zerhoch y Rolf Gierz. Se impuso el campeón mundial, Zerhoch, con 965 kilos de total, y Karl fue tercero (con 370-247,5-330) a 5 kilos de Gierz. Se puede observar que hay un ligero incremento en las marcas de press de banca, ya que a partir de 1993 se permitió el uso de camisas para press de banca; por supuesto no tenían nada que ver con lo que vino después.
Volvimos a coincidir de nuevo en Jönköping (Suecia) durante el Mundial y me tocó de nuevo de juez en su categoría[4]. Karl Saliger ya era un auténtico superpesado. En esta competición dio 139,5 kilos en la báscula, y estaba en un nivel estratosférico. Los tres primeros puestos se decidieron por la mínima. El indio americano Harold Collins (salía a la presentación con un auténtico penacho de plumas), terminó con 980 kilos (370-272,5-337,5), Karl fue segundo con 982,5 kilos (390-255-337,5) y revalidó el título el alemán Hans Zerhoch con 985 kilos (410-220-355). Hablé con Karl al final de la competición y no se le veía triste por escapársele el título por tan poco. Estaba seguro de que lo mejor estaba por venir.
Y desde luego que vino. Dos semanas después se celebró en Hungría el Mundial de press de banca. Repitió marca (242,5-252,5-255) y le valió para llevarse el oro. Después, ya en 1994, leí que en la “V Copa del Danubio”, una competición oficial EPF, había conseguido 425-262,5-362,5, nada menos que 1050 de total. El título europeo en +125 kilos parecía que ya tenía dueño.
Tocó irnos hasta Pitea, una ciudad en la que, en mayo, a las 3 de la madrugada la luz invadía la habitación aunque hubieses echado todas las cortinas del mundo. Allí me fui con dos clásicos: Manuel Martínez y Alejandro Rodríguez. Nos llevamos un buen susto al perderse nuestro equipaje en una de las varias escalas que tuvimos que hacer. El equipo de Manolo estaba en esas maletas y levantaba el primero. Álex había sido más previsor y llevaba toda la ropa en una maleta de la que no se separaba (aunque no sé qué pasó que en el viaje de vuelta tuvimos que ir a buscarla a una cinta de equipajes donde daba vueltas y vueltas en solitario). Afortunadamente a la mañana siguiente nos despertaron con la llegada de nuestras maletas y nos pudimos centrar en la competición. Manolo se hizo con el bronce en 52 kilos (era aún junior) y Alex quedó octavo en una categoría en la que, como siempre que participaba él, ganó el británico Rodney Hypolite.
Karl Saliger se proclamó campeón de Europa absoluto. 400-260-345 bastaron para superar por 25 kilos al alemán Rolf Gierz. Nos saludamos con verdadero afecto, con un buen abrazo. Manolo Martínez nos inmortalizó con una foto después de que hubiese recogido su medalla de oro. No volvimos a coincidir, pero por supuesto que sé que marchó en noviembre a Sudáfrica para hacerse, vía 395-270-335 con el título mundial en +125 kilos.
Gracias a un reportaje/entrevista que escribió sobre él Dennis Unitt, en “International Powerlifter” (septiembre/octubre 1993), confirmé que era natural de Amstetten, y supe que tenía dos hermanas y un hermano (éste pesaba 150 kilos) y ninguno tenía “físico de tipo atlético”. A pesar de que no había en su familia antecedentes deportivos…
“...su primer héroe infantil estaba cerca. Su padrino era conductor de camiones, y era capaz de recoger neumáticos gastados de camión, de más de 150 kg, y tirarlos en un contenedor. Esto causó impresionó terriblemente al joven Karl, que admiraba estas demostraciones de fuerza en la vida real. Lo valoraba mucho más que las poses de los culturistas”.
Probó en diferentes deportes antes de centrarse en el powerlifting. Alcanzó el grado de cinturón naranja en judo y quedó cuarto en una competición provincial… compitiendo contra adultos. Ganó algún campeonato de fútbol con el equipo de la escuela y era buen nadador. Recordaba perfectamente su primer día en el gimnasio.
“Empezó en el entrenamiento con pesas a los 14 años. Medía 1,67 m. y pesaba 75 kilos. Pudo hacer press de banca con 45 kilos y sentadilla con 70 kilos en su primera sesión. Mejoró muy rápido y con 17 años ya era capaz de hacer 280-200-270 en entrenamiento”.
En el año que se publicó el reportaje, 1993, Karl ya estaba casado y tenía una hija pequeña. Su familia era su mejor apoyo. Se reunía regularmente con ellos en la casa paterna. Su padre era el secretario de competición de la Federación Austriaca, y su cuñado, Karl Witz, era quien le ayudaba en las competiciones importantes. Valoraba del powerlifting que le había permitido visitar países que de otro modo habría sido imposible conocer.
“Australia fue la cúspide [Para esa fecha aún no había hecho el viaje a Sudáfrica]. Encontró tanto el país como su gente diferentes a Austria, pero le gustó mucho. Por el contrario la competición fue un punto negativo. Sintió que los levantadores eran explotados, tenían que pagar por todo.
Otra ocasión memorable para él tuvo lugar en Nassjo, Suecia. Estaba en un mercado callejero y una señora mayor, dueña de un puesto, le preguntó por qué estaba allí. "Para ganar los Campeonatos Mundiales de Powerlifting", respondió. La mujer le regaló un ramo de flores y le deseó suerte.
Lo peor de estos viajes fue, sin duda, el que hizo a Costa de Marfil. Casi nadie hablaba una palabra de inglés y las cosas generalmente eran muy difíciles. Por ejemplo, una vez tuvo que estar cinco horas para cambiar dólares en una agencia. Le rechazaban tanto la tarjeta de crédito como sus cheques de viaje. Fue un tremendo choque. “Viniendo de un país civilizado, no podías imaginar las condiciones de vida en África”.
Era un gran admirador de Lars Noren, estaba impresionado con lo que le había visto hacer en el Mundial de Fredrikstad, en 1987, aunque “admiraba a todos esos levantadores que, trabajando a jornada completa, eran capaces de hacer marcas del más alto nivel”.
Era todo un perfeccionista en el apartado técnico y le desanimaba mucho las condiciones que se encontraban, a veces, en las competiciones importantes. Alegaba que cuando se organizó el Campeonato de Europa Junior en Amstetten, tanto el club local como su padre hicieron un tremendo esfuerzo para asegurar unas condiciones óptimas a los levantadores. Compraron hasta tres juegos nuevos de barra y discos. Sólo cuando las competiciones se disputaban en los países nórdicos se daban las mejores condiciones posibles.
“En Costa de Marfil tuvimos que levantar con una barra de halterofilia. Incluso dos veces los miembros del equipo austriaco tuvimos que llevar una buena barra de powerlifting a la “Copa Danubio”.
Tengo que reconocer que me encanto leer que opinaba que “el nivel del arbitraje le parecía muy estricto, pero justo, con un nivel general alto”.
Trabajaba para el ejército austriaco, estando destinado en una “escuadra deportiva”. Su trabajo era entrenar dos veces al día y seis días por semana. Decía que sus objetivos eran proclamarse campeón de Europa y del Mundo, y serlo todo el tiempo posible. “Después, quizá cambie a participar sólo en competiciones de press de banca”.
Repasando la trayectoria que había tenido hasta que nos encontramos en Amstetten, me doy cuenta de que ya apuntaba a convertirse en un levantador enorme. Desde 1988 hasta 1990 había ganado el Campeonato de Europa y del Mundo Junior todos los años. También se había atrevido a pelear por el Europeo absoluto, en 1990, y aunque el francés Jean Pierre Broulois le superó con claridad, se impuso a Hjalti Arnason en la lucha por la medalla de plata. Era muy bueno. Heiner Köberich me parecía un poco pesado con tantos halagos hacia él, pero tengo que reconocer que eran merecidos.
Karl Saliger fue bastante consecuente con lo que le dijo a Dennis Unitt en “International Powerlifter”. En 1995 sólo participó en competiciones de press de banca. Ganó el Mundial, en junio, en la República Checa, con 265 kilos, pero quedó tercero en el Europeo, en Hungría, con 242,5 kilos. Ese año ya probó en competiciones de “strongman”. Alguna vez salió en un canal alemán de aquellos que llegaban vía satélite, pero seguía sin “verle” en esa faceta. Ahora, repasando esos videos por “YouTube”, no me parece que lo hiciese mal, pero creo que sus características eran más apropiadas para el powerlifting. Fue un campeón de esos de los que te hacían disfrutar de tu deporte.
[1] Fred Hatfield. Aprendiendo a entrenar.
[2] El primero se lo había hecho Karl Smith y salió publicado en el número de marzo de 1993.
[3] Biasiotto, Judd. Karl Saliger of Austria. En Powerlifting USA, volumen 18, nº 6, enero 1995.
[4] Ahí se puede ver cómo los levantadores me ponían perdido de magnesia cuando salían a la plataforma: https://www.youtube.com/watch?v=X6mkAMha1EE
Me gusta la halterofilia. Ahí si que se ve la fuerza de una persona. Julio